Mi príncipe

Mi príncipe
El autismo no me define, no me condiciona y no me limita...que no lo haga tu desconocimiento...

jueves, 25 de junio de 2015

Las lágrimas que se convierten en risas....

Siempre ha habido algo que me supera, o superaba, y es escuchar a un niño llorar. Es como si una gran impotencia se apoderara de mí. Una necesidad grande y real de saber que le pasa, cómo calmarle.

Una de las primeras cosas que tuve que aprender al recibir el diagnóstico de Álvaro fue que a veces, o quizá demasiadas veces, hay que pasar por las lágrimas para conseguir un objetivo.
Recuerdo como en los primeros días de atención temprana de Álvaro se me encogía el estómago al escucharle llorar y miraba a las demás madres que estaban en la sala de espera (ya veteranas) con una supuesta tranquilidad aunque sus hijos estuvieran desgañitándose, y no daba crédito, me parecían admirables, porque yo sabía que adoraban a sus hijos como yo al mío pero no se las movía una pestaña.

Por supuesto esa tranquilidad venia porque nadie les estaba dañando, simplemente se estaban enfrentando a una situación nueva, o tenían que superar un objetivo marcado. Por detrás del llanto se escuchaba  a los terapeutas calmarles o felicitarles porque se habían acercado, aunque fuera sutilmente, a la meta marcada.

Después de un tiempo conseguí dejar a un lado, como otras tantas cosas, esa angustia mía, que no beneficiaba en nada a Álvaro, ni a su aprendizaje.

Eso no significa que no se me encoja el alma cuando le escucho llorar, pero tengo muy claro cuales son sus prioridades, por lo tanto las mías.

Tengo clavada en la memoria cada lágrima que derramó por la comida, todos esos días y noches, esa desesperación, mi estómago encogiéndose... su carita, sus gestos, sus carreras.... Fue muy duro, hizo falta constancia, firmeza y  PACIENCIAAAAA, porque de otra manera no habría podido conseguir prácticamente nada. El resultado es que está superado, pero aún así, sigo recibiendo regalos como este...

Álvaro, comiendo ensalada por iniciativa propia
  
También recuerdo todas las lágrimas, esta vez más mías, aunque alguna también suya, por el tiempo perdido, por lo poco que trabajaron con él, por ese creerle incapaz. He tenido que trabajar mucho, como todos los profesionales que durante este año han confiado en él, y que me han ayudado a exprimirle, sin que me sintiera culpable por hacerlo, por eso de las prioridades. Pero sobre todo él se ha esforzado, él ha trabajado, él una vez más ha demostrado que SI SE PUEDE, que por cierto habrá quien crea que ha inventado ese eslogan, pues NO, aprovecho para decirles que ese eslogan es nuestro hace tiempo...
En fin, que tras ese gran trabajo llegó la recompensa y el próximo curso pasa a segundo. Y además con el regalo de su primer sobresaliente, EN PLÁSTICA, que tiene pero que mucho mérito, teniendo en cuenta sus dificultades sensoriales.
  
Para no perder la costumbre, aunque estamos de vacaciones, seguimos con la necesidad de superar retos, fobias, dificultades... llámesele como guste...
 
Resulta que donde vivimos han abierto un parque nuevo, CHULISIMO, con tirolina, chorros de agua, cama elástica, columpios de esos redondos, y unos supertoboganes, de tubo, que digo yo que ¿¿porqué??, el que los inventó era de todo menos claustrofóbico, y por cierto tampoco pensó en lo que se calienta el metal con el sol...
Bueno, el caso es que el primer día que fuimos, recién inaugurado, lleno de gente, Álvaro fue directo a la tirolina (ese reto ya lo superamos hace tiempo) y claro después del sexto lanzamiento pensé que era hora de cambiar. Se me ocurrió que podíamos ir a los toboganes, Álvaro me dice un contundente NOOOO, que para mí es un contundente, VAS A SUBIR.
Álvaro empieza a gritar como si se le estuvieran retorciendo las tripas, yo intento convencerle, subir acompañándole, pero el peso de las miradas de l@s asistentes hacia él, porque si me miran a mí ni les veo, me hizo saber que no era el mejor momento, pero llegaría... y hoy ha sido el día.
 
Hemos llegado, por supuesto, a por la tirolina, hoy le he dejado tirarse sólo tres veces y a por el tobogán. No eran las diez de la mañana y el parque estaba vacío, aunque la gente de los bloques de alrededor seguro que han escuchado sus gritos. Hoy le he subido, y me he subido con él. Hemos llegado al tubo, y le he comprendido, impresiona, mucho, que claustrofobia!! pero nos hemos tirado, los dos hoy hemos superado un reto juntos. Después de esto no quería parar de subirse, yo sólo he probado una vez más.  

 
 
 
Con todo esto sólo pretendo decir, que muchas veces, o la mayoría, no es fácil, detrás de cada logro quizá pueda haber lágrimas, enfados, rabietas, pero merece la pena. Es importante que comprendamos que si no tenemos las prioridades claras se nos hará más difícil y se lo pondremos más difícil a ell@s, porque tendrán que luchar con sus dificultades y las nuestras.
 
Ningún niño diagnosticado de autismo se levanta una mañana con un aprendizaje conseguido de la nada. Detrás siempre hay alguien que se lo ha enseñado, muchas veces de la manera más natural, pero siempre con esas tres C, CONOCIMIENTO, CONSTANCIA Y CARIÑO.
 
No siempre se tienen las mismas fuerzas, pero entonces hay que ser conscientes y consecuentes de que eso condicionará la evolución de nuestros hijos. A veces necesitamos hacer un parón y coger aire, pero tenemos que  intentar hacer cotidiano lo que para la generalidad es algo excepcional o extraordinario.  
 
Las lágrimas, aunque sean muchas, en ocasiones son necesarias, para poder alcanzar las más lindas risas... y por lo tanto, LA FELICIDAD...